miércoles, 15 de abril de 2009

Semana 7, Tizón

miércoles, 15 de abril de 2009
- Quillo, Tolete, ¡qué alegría verte! –comentaba Tizón a su amigo, mientras le abrazaba.

- ¿Sabes que tu madre está muy preocupada? ¿Por qué te has escondido? Yo sé que perdido no has estado porque tú conoces bien estos campos. ¿Qué es lo que te ha pasado, hombre...?

- Es que, cuando le pegué la patada a la comida, salió el tío viejo con un palo y quería pegarme, pero yo me lié a correr y no me pudo pillar. Después, me escondí y, mientras estaba escondido, vi que el fuego se puso muy grande y me asusté y no sabía qué hacer, porque el fuego seguía y seguía y yo sabía que iba a venir la Guardia Civil y me iban a meter en la cárcel y me metí en la cueva de la fuente..., en lo más hondo... Y he pasado frío, ¿sabes?, pero... es que estaba la Guardia Civil... Esta mañana os vi venir desde lejos, pero no te conocía y me volví a esconder, luego después, cuando escuché tus gritos me di cuenta... y, además, como tenía mucha hambre..., pues, aquí estoy...

- Bueno, Juanito, ¡hay que ver la que has liado...!, pero ya tranquilo, que ha pasado todo. Primero te llevaremos a tu casa para que tu madre se quede toda calmada y puedas comer y lavarte, que parece que has estado en un estercolero... y luego Dios dirá. ¡Venga!, ¡vámonos ya, que hay que comer algo...!

Se daban buena prisa en llegar a la casa de Tolete. Pero, -sin exagerar, para no llamar la atención-, como repetiría Tizón en un par de ocasiones.

Además, tuvo el cuidado de acceder a la ciudad por los caminos menos transitados, para no encontrarse con la Policía o Guardia Civil. Ya en la ciudad, escogió las calles menos concurridas para evitar la curiosidad y las preguntas de la gente, aunque, en realidad la desaparición de su amigo no fuera conocida más allá de su familia y su calle, pero él intentó mantener esa especie de sigilo, que hacía que su “operación” ganara en importancia y le confería el mérito y los visos de una “maniobra militar”, con el valor que esos pequeños detalles tenían ante sus amigos; lo que le servía para reforzar su estrenado estatus como “jefe” de la pequeña “patrulla de búsqueda”.

Durante todo el camino no paraba de animar a Tolete y de indicarle lo que debería contar a la Policía, si le preguntaban algo, siempre tratando de convencerle de que lo más seguro era que ni la Policía ni la Guardia Civil irían a su casa, pero “por si acaso”... (Bien conocía Tizón del pánico cerval de su amigo a cualquier uniforme).

- Tú no te preocupes de nada. Si te preguntan algo, que yo creo que no..., tú dices que me estabas buscando y que al pasar corriendo tropezaste con la olla y se cayó el anafre con las brasas... Y, entonces, que saliste corriendo porque salió un tío con un palo y te quería matar... Y, claro, como te entró tanto miedo, pues te escondiste en las cuevas y no te atreviste a salir... Y, luego, pues que te quedaste dormido... ¿Vale?... Tú tranquilo, que ya verás cómo no pasa nada...

- Es que, como tú dijiste que íbamos a ir a quemarle el sitio a los rumanos, pues...

- ¡No, hombre, no! ¡Yo no te dije eso...! ¡Y no se te vaya a ocurrir ni comentarlo! Porque, si no, ¡en chico lío nos vamos a meter...! ¡Tú lo que tienes que decir es lo que te he dicho: que me estabas buscando y que al pasar le diste sin querer y se cayó el anafre...! ¿No te enteras...?

- ¡Vale! ¡Vale! ¡Está bien! –Asentía Tolete, aunque no parecía demasiado convencido.

Ya cerca de la casa, volvió a insistir Tizón:

- ¡Acuérdate de lo que tienes que decir! ¡Y di siempre lo mismo, que los de la Policía son muy pesados...! Aunque lo más seguro es que no te pregunten nada...

Cuando Lola vio a su hijo, intentó darle un bofetón, pero, Tizón, que estaba al quite y se esperaba algo de eso, se interpuso, aunque realmente no tuvo que imponerse demasiado, porque la madre, rápidamente abrazó a su hijo y comenzó a darle besos:

- ¡Que malamente me lo has hecho pasar, “hijolagranputa”! ¡Como me hagas otra vez algo así, te mato! ¡Hay que ver lo que nos hacen pasar los hijos...! –Y dirigiéndose a Tizón: ¡Gracias por traerme a mi niño...! ¡Gracias...! ¡Dios te lo tiene que pagar...! –Dándole, además un par de sonoros besos.

- Bueno, Lola, -se despedía Tizón, -que mi madre me estará esperando y me tengo que ir a comer. Vigila a Juanito para que no se meta en líos...

Al llegar a casa, Tizón recibió las rápidas preguntas de su madre, que había estado un tanto preocupada por la desaparición del hijo de la vecina, y a la que la mañana se le había hecho larguísima, además acuciada por la natural curiosidad:

- ¿Has conseguido encontrar a Juanito? ¡¡Has tardado mucho...!! ¿Qué pasa...? ¿No has dado con él...? ¿Has visto a la Guardia Civil?

- ¡Tranquila, ma, tranquila! ¡Ahora te lo cuento todo...! Lo he encontrado y ya está con su madre... Ahora “échame de comer” que tengo más hambre que el que se perdió en la isla... Me voy a lavar las manos.

- ¡Uy! ¡Qué alegría, hijo...! ¡Lo contenta que se habrá puesto Lola...! Te he hecho un borriquete con papas en amarillo que te vas a chupar los dedos...y una ensalada... Si quieres algo más, te puedo freír un par de huevos, pero yo creo que no te van a hacer falta, porque el borriquete ha salido muy bueno y hay bastantes trozos.

- Por cierto, ha vuelto a llamar Jesús el de Barbate y dice que si este año vas a trabajar o no en la almadraba, aunque me parece a mí que lo decía en plan de cachondeo.

- Vale, ma, esta tarde, sin falta, prepárame la ropa que voy a ir al médico para sacar el certificado y mañana iré a la oficina del Real, para hablar con el administrador...

Comió Tizón con cierta avidez, pero su mente no la tenía en la comida, sino que no hacía más que darle vueltas, con cierta satisfacción, a los puntos que ganaría ante todos sus amigos y conocidos cuando se fueran enterando de su “proeza”, aunque estos agradables pensamientos se veían un tanto enturbiados ante la duda de lo que su amigo Tolete podía contarle a la Policía. La verdad es que no las tenía todas consigo...

- Tengo que volver a hablar con Tolete, que es capaz de liarla; no me fío demasiado de él, porque es un poquillo torpe... –pensaba para sus adentros, frunciendo el ceño con cierta preocupación.

Esa tarde del martes, le resultó bastante agobiante, porque, además de tener que ir al médico y esperar más de dos horas en la consulta, se había dedicado a preparar las botellas de aire, limpiar las boquillas y válvulas, buscar las gafas de buceo, el traje de neopreno, unas aletas en condiciones, algún arpón y preparar las dos bolsas grandes, con buenas cremalleras, bolsas que resultaban ser “herramientas” esenciales en la parafernalia de útiles de los buceadores de la Almadraba, ya que les servía, además de para transportar todos sus enseres, para llevar “fuera de la vista” todo el pescado que podía caer en sus manos y que no interesaba que fuera visto por ojos ajenos a los propios buceadores. Bien sabía Tizón que disponer de dos buenas bolsas era esencial, pues la venta de ese pescado extra que los buceadores afanaban (albacoras y bonitos principalmente; también melvas, pero éstas, más baratas, no resultaban tan rentables), representaba un buen pico en los ingresos de lo que comúnmente llaman “jarampa” en el argot marinero.

Poco antes de la cena, volvió a la casa de Tolete para “interesarse” por su estado, siendo recibido por Lola con una amplia sonrisa y con los brazos abiertos.

- ¿Cómo está Juanito? –Le preguntó, solícito, a la madre.

- Pues muy bien; se acaba de despertar, que ha estado cerca de cuatro horas durmiendo la siesta, el pobre... Yo lo he dejado porque me daba pena despertarlo. Ahora está en la salita viendo la tele, comiéndose una manzana.

- ¿Qué pasa Juanito? ¿Te has hartado de dormir, no? Ya me lo ha contado tu madre. Ya te encuentras bien del todo, ¿a que sí?

- Ya estoy bien, sí, pero cuando estaba comiendo y antes de acostarme estaba agobiado con tantas preguntas de mi padre y de mis tías. Me tenían la cabeza loca.

- ¿No habrás dicho nada de que yo te dije que íbamos a meter fuego al sitio de los rumanos, no? –le comentó Tizón.

- No hombre, no, yo nada más que les he dicho que habíamos estado allí otras veces y que habíamos visto a aquella gente y que yo te estaba buscando... –le contestó Tolete, tranquilizando a su amigo.

- Vale, vale, recuerda lo que hemos dicho. A ver si arreglo unas cosas del trabajo y nos vamos a pescar a la playa. ¿Vale? ¡Ya te avisaré! –le prometió Tizón, antes de despedirse.

- Bueno, pues ya nos veremos...

Esa noche Tizón dormiría más tranquilo, aunque volvió a tener el sueño en el que el Capitán de la almadraba le echaba su buena bronca; no estaba muy seguro si por robar pescado o porque se había soltado uno de los cabos del barco del Canto de Tierra.

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