- ¿Lo haces para confundirme o cambias de opinión a cada momento?
- Ahí está el mal. Cambio de opinión porque no tengo cerebro, todo es paja.
- ¿Cómo puedes hablar si no tienes cerebro?
- No lo sé. Pero muchas personas sin cerebro hablan día y noche, ¿no es cierto?
- Sí, tienes razón.
Todos en algún momento hemos tenido que seguir el camino de las baldosas amarillas. El problema es saber dónde empieza, dónde acaba, y qué es amarillo. Porque no siempre tenemos la suerte de encontrar a un espantapájaros, a un hombre de hojalata o a un león cobarde.
De pequeña me encantaba esta película. Por eso no he podido evitar sentarme a verla con Said y Manuel. Entonces los dibujitos más violentos que podía ver en la tele del bar del pueblo, cuando salía del colegio y esperaba a mi madre que saliera de trabajar eran “Los Aurones”. Después de un “ñam ñam, poti poti” los malos malísimos se convertían en verduras.
Recuerdo que cuando me portaba regular, mi abuelo me miraba fijamente con cara de horrorizado y decía ¡Oh no, África! ¡Tu cara se está poniendo verde! ¿Y si te conviertes en pimiento? Y yo, que no entendía mi vida transformada en hortaliza, recapacitaba.
Toc Toc. La puerta. Toc Toc Toc. Quién sea es muy impaciente. Toc Toc. ¡Ya voy! Y al chillar, conseguí justo lo que no quería. Un loro embrutecido y balanceante diciendo ¡enseña la patita por debajo de la puerta! una y otra vez.
Es Tomy. Ahora entiendo su insistencia. Viene cargado con cosas, entre ellas una caja entera de pañales.
- ¡¡Ea!! Ahí tienes, hasta que el niño haga la comunión.
- El niño no hará la comunión, Tomy. No obstante, con eso no tengo ni para dos semanas. Gracias, muchas gracias. Aunque no tenías por qué haberlo hecho. Aún no entiendo por qué los pañales no los pasa el seguro.
- Deja de quejarte por norma, sabes que al final todo acaba saliéndote bien.
- Sí, claro. Es fácil decirlo cuando no se tiene un balance negativo de ganancias mensuales.
- Podrías aceptar el ascenso.
- ¿Y que se cumpla el principio de Peter?
- Joder África, hacía mucho que no escuchaba eso- Tomy es un poco escéptico en cuanto a las teorías sin rigor científico, pero ésta en concreto es una realidad machacante, y lo sabe.
- “El principio de Peter dice que en cualquier entidad organizada jerárquicamente, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia”. La verdad es que estoy bien donde estoy.
- Sí, pero no tienes un puto duro para mantener a tu nueva familia postiza. Podrías aceptar el dinero del viejo.
- Tiene una pensión de broma Tomy, no podría hacer eso. Ya bastante hace con cuidar de mi familia postiza, como tú la llamas. Aunque para ello haya tenido que convertirse en uno más.
- Podrías aceptar la propuesta de Alan de venirse a vivir contigo. Tiene un sueldo envidiable.
- Creo que te estás volviendo loco por momentos. ¿Te das cuenta la cantidad de pamplinas que estás diciendo?
- ¡¡Bueno bueno!! Que yo sólo quiero ayudar.- Dice Tomy a la defensiva- Además erais muy buena pareja.
- Éramos. Del verbo ya no somos.
- Ahora que lo pienso, sí que es una pamplina. Porque si él viene, yo tendré que irme.
- ¿Eso lo has pensado tú solito?- no se me ocurre nada mejor que decir.
- ¿Aún no le has dicho nada de lo nuestro?
- Define “lo nuestro”- ya no habla, aunque puedo ver un gesto extraño en su cara- No le he contado nada Tomy, ¿qué quieres, que se ralle tanto que acabe viniendo a buscarme? Demasiado traumático.
- Pensé que no te gustaban los secretos.
Y prefiero dejar ahí la conversación. No pienso dar más explicaciones. Sé que él lo está haciendo por mí. Intenta ayudar. Pero no debe meterse en el berenjenal. Puede traerle problemas. Y a mí. Porque Alan es capaz de cualquier cosa. Y yo soy su ex. Y Tomy, su mejor amigo. Y si no nos entendíamos estando uno delante del otro, no voy a conseguir explicarle nada a un montón de kilómetros.
- Creo que va siendo hora de cenar. Manuel, ¿ha acabado ya la película?
- Sí, hace un ratillo- creo que estaba dormido- tengo hambre.
- Pues venga, prepara la cena, anda. Yo mientras le daré el biberón al crío. Tomy, tú pon la mesa.
- Se te da bien eso de dar órdenes.
- Déjate de rollos Tomy. No doy órdenes. Simplemente organizo el trabajo. Es algo que se nos da bien a las mujeres.
- Mira al viejo- me dice Tomy susurrado.
Y allí estaba él con su gran barba blanca mirando por la ventana, con el móvil en la oreja. Esperó unos segundos, para empezar a hablar. De esta manera, Manuel solucionaba rápidamente su problema con la cena. Al colgar exclamó con jovialidad:
- Quién me hubiera dicho a mí, que acabaría hablando por un teléfono personal y en miniatura, sin cables y sin limitaciones. Y con un señor chino, de China, que además habla mi idioma. Y que en media hora tendré aquí la comida que a mí se me apetezca. ¿Cómo pensáis que llegará hasta aquí la comida en tan poco tiempo? China es un lugar muy lejano.
- Ya te dije que era prehistórico- Le digo a Tomy también en un susurro. Él me mira con media sonrisa.
- ¿Y si te digo que el viejo se me parece mucho a ti?
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