lunes, 6 de abril de 2009

Semana 2, Walter

lunes, 6 de abril de 2009
El despertador sonó a las 7 de la mañana. Tenía bastante sueño, pero sabía que no podía llegar tarde a mi primer día de trabajo. Siempre había pensado que los despertares eran dolorosos. El volver a la realidad se había convertido en una costumbre bastante desagradable. Andar hacia el baño, lavarse la cara, cerrar los ojos con fuerza y levantar la cabeza para contemplar la verdad de mi mundo en el espejo. Día tras día el mismo ritual. Mirada fijamente cara a cara conmigo mismo, fijar mi visión haciendo inútiles esfuerzos mentales para hacer que la cicatriz de mi cara desapareciera, y la frustración siguiente al ver que un día más seguía quemándome el recuerdo. Tras el sufrimiento, caminar lentamente hacia la cocina y preparar el café reconfortante y euforizante que conseguía poner de nuevo las ideas en su sitio y me orientaba nuevamente a mi objetivo. “No estás loco”, me repetía una y otra vez para seguir por el camino de la cordura.

Me puse mi mejor traje y corbata azul, no creía que necesitara mucho más, cogí las llaves del mueble de la entrada y me las llevé al bolsillo, algo chocó con ellas, rebusqué ligeramente y noté que era una tarjeta “Asesoría Aguado”. Era de ella.

…..

Seguía lloviendo y el taxista se había ido hacía ya un par de horas. Estaba totalmente empapado y como siguiera allí bajo la lluvia muy pronto comenzaría a enfermar. A pesar de todo no conseguía eliminar el ansia dentro de mí de permanecer allí parado esperando a que alguno de los dos saliera de aquel bloque de apartamentos. Me decía una y otra vez que aquello debía significar algo, ¿por qué había tenido la necesidad de seguir a esas dos personas? A él no sabía si lo conocía de algo, a ella estaba seguro de haberla visto antes.

Sin esperarlo, el portal se abrió lentamente y una sombra surgió de dentro que se transformó en mujer a la luz de la farola. Al mismo tiempo, dejó de llover, y la mujer pudo salir sin tener que mojarse. Sacó de su bolso un móvil y comenzó a usarlo. Era mi oportunidad de acercarme a ella sin que pudiera huir.

No se dio cuenta que me acercaba hasta que ya fue demasiado tarde. No quise ser agresivo, simplemente comencé a hablarle.

- ¿Quién eres?

- ¡¿Qué quiere?!

- No te asustes. Simplemente vengo a preguntarte algo. - El miedo inicial se transformó en sorpresa al oír mi voz.

- ¿Méndez?

- Sabía que te conocía, pero ¿de qué reconozco?

- ¿Gualberto Méndez?

- Walter Méndez - Rectifiqué.

- ¿Qué te ha pasado en la cara? ¿Y qué ha pasado con tu pelo? – De vuelta a la misma pregunta de siempre.

- No te importa ¿de qué te conozco?

- Soy Lau… María. ¿No te acuerdas de mí?

- Si que me acuerdo, pero no consigo saber de qué.

- Esto es un día de locos – Parecía que hablaba con ella misma. – Primero el tío ese del bar y ahora apareces tú y ni siquiera te acuerdas de quién soy. Mira Gualberto…

- Walter – volví a corregir.

- Walter o como quieras llamarte ahora. – Rebuscó en su bolso algo y me lo dio, era una tarjeta. – Cuando quieras acordarte de mí. Llámame. Hoy he tenido un día largo y no me apetecen tonterías.

Cogí la tarjeta sin leerla y con sorpresa vi como cerraba el bolso y se alejaba de aquel portal. Como por casualidad, en ese momento, pasó un taxi que se paró ante un gesto suyo. Se subió con delicadeza y se marchó. Justo después de eso la lluvia volvió a hacer acto de presencia. Tenía que marcharme si no quería enfermar.

…..

El trabajo estaba en un edificio de oficinas del centro. No me costó demasiado llegar ya que el metro de Tortuosa funcionaba bastante bien, a pesar de tener pocas líneas, tenía una parada justo enfrente de mi destino.

En la segunda planta, tras una puerta azul con el logo de la empresa en una placa, encontré un pasillo con varias puertas que finalizaba en un mostrador a modo de recepción. Allí, una chica guapa de pelo rizado y rubio con gafas azules a juego con el entorno.

- Buenos días - Me presenté pretendiendo ser educado.

- Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle señor? – Ella fue aún más educada.

- Soy Walter, empiezo hoy a trabajar aquí.

- ¿Walter? Vaya… eres tú - El tono fue de rotunda decepción. Como quién espera un nuevo compañero imaginando que sería alguien atractivo y guapo. Estaba acostumbrado a ese tipo de reacciones en la gente. Yo era de los que no ganaba en las distancias cortas.

- Sí, el mismo, Walter Méndez. ¿Tú eres? – Pregunté sin disimular mi antipatía inicial.

- Soy Marta, suelo estar en recepción cuando estamos abiertos al público. Por las tardes tengo una mesa con vosotros los técnicos.

- Perfecto, ¿dónde me siento?

- Pues la verdad es que Sofía no te ha asignado mesa todavía. Pasa y siéntate en la mía. Es la que tiene el ramo de flores.

Pasé a la primera puerta, había un grupo de mesas vacías, 7 en total. Me senté en la del ramo de flores. Encendí el ordenador y en la pantalla de inicio apareció un mensaje en el que me pedía un usuario y una contraseña. En ese momento Marta se apareció en la habitación con un pequeño papel en la mano.

- Vas a necesitar unas claves si quieres trabajar. He llamado a Sofía, vendrá un poco más tarde. Comienza a trastear un poco en el ordenador a ver si te haces con el programa. De todas formas ella te lo explicará todo con detalle.

- Gracias. – Cogí el papel sin mirarla a la cara. Pude oír cómo se iba disgustada.

Puse el usuario y la clave correspondiente. No tardó demasiado en encenderse, tenían equipos buenos. Un menú poco complicado, estaba habituado a este tipo de programas. Accedí sin problemas a la lista de clientes. Busqué su nombre e inmediatamente obtuve un número de teléfono, descolgué el teléfono y lo marqué. Tras tres tonos de espera alguien respondió al teléfono.

- Diga. – La voz sonaba lejana y profunda, el hombre que estaba al otro lado parecía estar cansado.

- ….

- ¡Diga!, ¿hay alguien ahí?

- ….

La paciencia del hombre se agotó y colgó el teléfono. Era pronto todavía para acosarlo, aun faltaban algunos detalles para que todo saliera tal y como había planeado. Extrañamente no vinieron sentimientos de culpa cuando sentí placer al recordar la manera en la que mil veces había imaginado como lo mataría. Pronto podría hacerlo, estaba en el lugar perfecto para ello.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
◄Design by Pocket, BlogBulk Blogger Templates. Distributed by Deluxe Templates