lunes, 6 de abril de 2009

Semana 2, Óscar

lunes, 6 de abril de 2009
Apenas me quedan huellas del pasado fin de semana, sólo una sensación, que por suerte parece alejarse, de que pasó algo importante, una pelea por algún motivo, sólo espero no haber matado a nadie. He decidido acercarme al Arthurs para preguntar si alguien recuerda algo del pasado sábado, algo que me meta en la cabeza la pieza del puzzle que me falta para rellenar los huecos. No me pongo de acuerdo conmigo mismo sobre cuando iré. He intentado ponerme en contacto con Berenice (suponiéndolo como su nombre), pero no me ha servido de nada, no hay respuesta a los correos.

He buscado en las noticias locales, pero no se mencionan reyertas, peleas, accidentes ni nada por el estilo. He llamado a un par de conocidos por si acaso había quedado con ellos, o por si me hubieran visto, pero nada. La noche del sábado al domingo de la semana pasada, no existe en mi vida.

Esta mañana me llamó mi hermana para saber como me encontraba, bueno, ciertamente me llamó para ver si le podía ayudar con un problema informático, pero le dije que estaba muy ocupado, y ciertamente lo estoy. Intentado averiguar que me pasó. Desde entonces, "Life on mars" no se me va de la cabeza, sea quien sea quien me enviara ese mensaje, consiguió incrustarla en mi cabeza… como los golpes.

Tengo la sensación de que algo me impide resolver esta estúpida amnesia. Tengo la vista fija en el horizonte, por suerte, las ventanas de mi casa no dan al mar y tengo una maravillosa vista invocadora de recuerdos, pero en este caso no funciona. Llueve, aún llueve y la previsión es que llueva más. Que gris está todo.

En casos como este me viene a la cabeza Alberto, un compañero de carrera y amigo, con el cual compartí piso cuando estudiábamos. Bueno, con él, con su hermana Belén, con Txema y con un tal Freddy no se qué.

- Joder, Belén – le susurro a la ventana. Belén era la comidilla de los compañeros de piso. Los dos hermanos entraban dentro de la descripción de superdotados. Él demostraba una gran capacidad de conseguir lo que se proponía o de plasmar sus ideas a base de investigaciones y proyectos de laboratorio, ella, por el contrario, demostraba sus grandes dotes en otros campos más… cómodos y blandos, como pude comprobar un par de veces y aunque no sabíamos cómo, acababa saliendo airosa de los trabajos de la universidad con notas respetablemente sublimes. Se oía por ahí que tenía rollos con todos los profesores y profesoras, pero no la veía yo de esa clase de personas. Aunque ciertamente nunca la llegué a entender. Era una genialidad en el tema de computación y la verdad que su memoria era prodigiosa. Las veces que pasamos juntos, intensas de por sí, me pedía que la llamara Jolie, como uno de los personajes de Piers Anthony, aunque, en momentos tremendamente sensibles, le solía poner su nombre a una de las canciones de Aphrodite Child: Marie Jolie. Y un día, se fue. Simplemente se empezó a aburrir de todo y desapareció de nuestras vidas. Sólo me dejó unos discos de recuerdo y…

- Joder – Me levanto de la silla de un salto y abro el armario donde guardo todos mis recuerdos, los que menos uso. Trasteo entre elevado bloques desiguales hasta encontrar los CDs, benditos mp3. Reviso las carátulas hasta que encuentro el que quiero.

- Aquí está – murmullo lleno de satisfacción.

Miro lleno de curiosidad el CD que me regaló Belén hace cuatro años, The singles Collection de David Bowie. Lo abro. En su interior, en una cuartilla de papel reciclado doblado por la mitad, me dejó una dedicatoria.

"Aunque supiera que viviera la vida de Jolie, y que en las manos de los cristianos muriera, no me importaría repetir la desdicha si tú fueras Parry, pues motivos me darías para volver reencarnada mil veces. Tal vez nos volvamos a ver.

Disfruta de Bowie… y recuérdame.

Jolie"

Recuerdo el extraño toque romántico de Jolie, pero no recordaba que fuera tan… friky. Lo único que guardo es este CD que encontré debajo de mi almohada el día que desapareció.
Vuelvo a mi asiento delante de la pantalla y me centro. Abro mi servidor de correo y pulso nuevo. Me quedo pensativo unos segundos para calcular mis palabras y posibles consecuencias y comienzo a escribir.

"Estimado Alberto Renau, necesito tu ayuda de nuevo. Me han estado pasando cosas que aún no puedo interpretar, cuyos resultados me están volviendo loco. Te adjunto una copia del correo que recibí, y ahora necesito que me comentes si te dice algo o puedes relacionar la canción con algún hecho extraño, había pensado en tu hermana, pero no tengo su dirección ni su número de teléfono, recuerdo que se pasaba horas leyendo a Poe y Nietzsche y escuchando a DB. El pasado domingo de madrugada llegué magullado y ensangrentado a casa, puede que no fuera nada, una pelea de PUB y no sea nada, y las heridas se curan, pero tengo la impresión de que hay algo más.
Las cosas por Tortuosa van como siempre, el trabajo me tiene entretenido y de vez en cuando me dedico a pasear, aunque últimamente no se qué pasa, suele haber mucho revuelo en la calle y los atracos se están incrementando.

Saludos desde el culo el mundo.

OMF"

Repaso el correo y libero mi vista de las faltas de ortografía antes de pulsar Enviar.

Miro el reloj y son la seis de la tarde. Creo que me estoy cansando de esperar respuestas. Me voy al Arthurs. Me embuto en mi gabardina gris y me dispongo a salir. Por el camino me cruzo con el saxofonista que ha hecho suyo ese minúsculo rincón del mundo, donde lo encuentro cada vez que salgo al centro de la ciudad. Hoy se protege de la lluvia bajo el pequeño resquicio de un portal y afortunadamente, a nadie le importa. No soy muy dado al jazz, pero aminoro el paso. Hay algo en la melodía que toca. Aminoro más hasta que me paro y disimulando me apoyo contra una pared a pocos metros y hago como que espero a alguien tragándome la lluvia. Sin querer, golpeo el suelo con mi pie derecho introduciendo un ritmo inexistente. ¿De qué me suena esta canción? Cierro los ojos y desisto intentar recordar, últimamente no se me da muy bien. Algo en la melodía estaba extrayendo de mí todos los malos momentos pasados. Hacía tiempo que no escuchaba algo tan agradable, y el ambiente, contrario a cualquier atisbo de felicidad resplandeciente, ayudaba mucho. Sonrío para mis adentros. Después de una semana, por fin algo me ha animado y alegrado el alma. Me pongo en marcha y sacando un billete de la cartera, ni le echo cuentas de qué valor, me acerco al músico y se lo dejo encajado en uno de los salientes de la funda del saxofón. Al levantar la vista le veo mirarme fijamente y antes de que pueda decir algo, le premio con media sonrisa y un afectuoso y muy sincero gracias.

Me olvido del bar, del fin de semana, del mundo y regreso sobre mis pasos a casa. Creo que vendré mañana. Y mientras camino tarareando el Life on Mars que no se marcha de mi cabeza, una voz me interrumpe.

- Disculpe, se le ha caído esto del bolsillo – me dice el extraño al que me resulta imposible de identificar debido a la capucha que le cubre la cabeza.

En su mano tendida hacia mi sostiene un pequeño trozo de papel. Parece un panfleto publicitario anunciando una exposición en el museo de la ciudad. Lo alcanzo y me lo meto en el bolsillo mientras le agradezco el detalle. Pero sin mediar muchas más palabras se da media vuelta y se marcha. Me encojo de hombros y continúo mi camino.

De repente me entran unas ganas locas de llegar a casa, puede que influya la tromba de agua que ha empezado a caer, con lo que acelero el paso. Es muy probable que en cuanto llegue me dé una ducha de agua caliente, me tire al sofá y me quede ahí hasta mañana, porque tengo la impresión de que mañana será otro día.

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