lunes, 6 de abril de 2009

Semana 0, John Less

lunes, 6 de abril de 2009
Dicen que para ser buen saxofonista se ha de ser negro o calvo, y aunque las horas que paso en la calle me han bronceado la piel hasta su punto de saturación, aún me falta mucho para llegar al negro café de Wayne Shorter. Sin embargo, la genética quiso que, al igual que le pasó a mi padre, el pelo me desapareciera por completo al borde de los treinta.

Aunque no fue la calvicie lo único que heredé, pues tras su muerte me vi de pronto a cargo de una economía familiar cargada de deudas y un capital que apenas llegaba a una casa doblemente hipotecada y una auto caravana en ruinas.

Así, que no fue otro el remedio a aquella situación que empaquetar nuestra casa en varias maletas y huir de aquella vida. Conduje sin descanso durante un par de días hasta que el dinero para repostar se nos acabó y la rulot decidió dejar de andar. El lugar donde se oyó por última vez el motor de “Courb” (la caravana) se llamaba Tortuosa, un lugar con un nombre adecuado a nuestra vida.

Desde entonces, hará casi un año, mi madre y yo compartimos casa y vida dentro de nuestra vieja caravana, aún aparcada en aquel descampado donde se nos gastó la gasolina. No hay día en el que mi madre no hable del futuro día en el que consigamos dinero para repostar y sigamos nuestro viaje, sin embargo, hasta que eso ocurra seguimos sobreviviendo como podemos, gracias a las limosnas que consigo con mi saxofón en las calles de esta misteriosa ciudad.

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