martes, 7 de abril de 2009

Semana 5, Óscar

martes, 7 de abril de 2009
Hoy hacen seis días que Laura se marchó, y aunque estamos en contacto permanente, parece que la estoy echando de menos. Qué tontería. No la veo en años, cenamos dos veces y ya estoy colgado por ella. Tengo la impresión que esta unión está más consolidada por las coincidencias que por otros sentimientos mayores. Pero bueno, creo que tengo que divagar menos y trabajar más.

Vuelvo a la realidad accediendo al servidor de la Asesoría Aguado. Llevo días intentando rastrear un acceso que no consigo atrapar. He cerrado todas las puertas traseras, menos las mías, pero aún así, alguien está accediendo por vías no autorizadas. El problema es que cuando las localizo y las cierro, se abren otras. Creo que hay alguien desde dentro que está haciendo cosas malas. No se si enfocar esto como un grave caso de intrusión o alguien está jugando conmigo. Sea lo que sea me afecta directamente, no puedo presentar un informe diciendo que estoy fallando en mi trabajo y el estar jugando conmigo no es algo que me haga gracia. Al final tendré que acercarme a las instalaciones de la asesoría y trabajar desde el mismo servidor. Al menos ahora, las cosas parecen ir más rápidas.

Un aviso del servidor de Aguado entra en mi correo. Otra intrusión. Entro en el sistema tan rápido como puedo, siempre en estos casos parece que se ralentiza todo. Entro en modo terminal y observo cómo alguien está tecleando secuencias de comandos de búsqueda. Intento interferir las secuencias, pero el servidor me está rechazando todas las entradas. Sea quien sea se ha cubierto bien. Vuelvo a entrar en el servidor usando mi portátil. Esta vez entro por otro lado, como si fuera un robot de control, en plan antivirus, pero menos especializado en la tarea de rastrear. Compruebo que el intruso continúa comandando búsquedas.

Activo un comando de copia de seguridad del terminal y espero. Todo lo que pase por el terminal del servidor quedará registrado en un archivo binario. Joder, me tensan estas cosas. De repente el flujo de datos del intruso se detiene. Creo que me ha descubierto.

Rápidamente extraigo el archivo creado y lo descargo en mi portátil. Una vez a salvo cierro la sesión.

El cursor principal se ha quedado parpadeando sobre el fondo negro del terminal de comandos. La primera impresión es que el Intruso sabe lo que hace.

Tomo el teléfono y llamo a la oficina.

- Aguado asesores e inversores, ¿dígame? – la conocida voz de Amanda responde al otro lado de la línea.

- Buenos días señorita Amanda, soy Oscar Martínez, el administrador del sistema. ¿Podría hablar con la señora Aguado, por favor?

- Buenos días Oscar. Espera un momento. – salta la música en espera, ya podrían ser algo más considerado con los clientes y cambiarla.

- Buenos días Oscar, dígame – siempre tan directa. Sinceramente no me cae muy bien esta mujer, es hipócrita y superficial.

- Buenos días señora Carmen. Necesito acceso al servidor desde la oficina.

- ¿Por qué?

- Hay un desfase en el reloj del procesador que está causando un retraso en las transferencias de los protocolos de información – me pregunto si realmente esto significará algo.

- No hay problema Oscar. ¿Necesita algo más?

- Sí, alguien con acceso al sistema y del que pueda prescindir un par de horas. Necesito que entren a través del sistema interno. No es necesario que sepa de informática, sólo que introduzca las claves cuando lo necesite.

- Perfecto. Pero tendría que ser mañana, hoy estamos desbordados.

- Sin problema Carmen, mañana sobre las nueve estaré ahí. Gracias y Buenos días.

- Buenos días – y se hizo el silencio al otro lado de la línea.

Que tensión. Cuelgo el teléfono. Abro el archivo recibido desde el servidor, y reviso línea a línea los comandos introducidos por el Intruso. Al principio pensé que eran comandos de un programa, pero son ataques continuos sobre direcciones junto a pequeños agentes de control, por eso detectó mi presencia y me bloqueó, aunque tiene una pequeña brecha que puede que corrija después de haber descubierto mi treta a la hora de tomar sus datos. No hay nada que indique una subrutina para abrir puertos, aunque no he podido captar todas las órdenes. ¿Cómo ha entrado en el sistema? Creo que de seguir así voy tener que reiniciar el sistema el próximo fin de semana y cargar nuevos programas, odio las migraciones, siempre dan problemas, pero está en juego mi reputación, por lo que me arriesgaré a cualquier cosa.

Me despreocupo un poco para liberar espacio en mi disco duro, estos momentos me producen dolor de cabeza. Echo un vistazo a mis otros clientes. Todo va sobre ruedas.

***

- Buenos días señorita Amanda, soy Oscar.

- Buenos días – Amanda me mira de arriba debajo de forma descarada. Un desliz de incertidumbre le brilla en los ojos hasta que recuerda.

- Buenos días Oscar – repite – creo que tienes una cita con la señorita María – estas últimas palabras salieron como si las estuviera escupiendo.

- Perdona, no sé quién es. Vengo a revisar el sistema informático. Carmen me comentó que me asignarían a alguien para echarme una mano.

- Sí, para echarte una mano, ya. – Qué divertido se estaba poniendo el asunto – La llamo en seguida, puedes esperarle ahí sentado – me indicó con la mano unas sillas junto a la puerta de entrada a las oficinas.

- Muchas gracias Amanda – le dije mientras me dirigía a tomar asiento.

Cinco minutos más tarde se abre la puerta y aparecen los ojos más impresionantes que recuerdo haber visto nunca. La joven se dirige hacia mí y me hace una pregunta.

- Disculpe, ¿es usted Oscar Martínez, el administrador de sistemas?

- Sí – no puedo apartar la vista de sus impresionantes ojos – Soy yo.

- Buenos días señor Martínez, mi nombre es María. – Me tiende la mano a modo de saludo. – Tengo entendido que desea ver el servidor y necesitaba ayuda. La señora Aguado me ha pedido que le ayude todo lo posible, aunque he de indicarle que no entiendo mucho de ordenadores.

- Por favor, llámame Oscar. No es necesario que entienda de ordenadores, sólo necesito a alguien con las claves del sistema de la empresa. Es más por mi política de trabajo que por necesidad.

- Pues entonces sígame… - se queda mirándome y en su rostro se dibuja una tenue sonrisa – Sígueme.

Unos minutos más tardes estamos frente a la puerta de la sala del servidor. Compruebo las medidas de seguridad. Interesante, está protegida con cámaras y tiene un teclado numérico para abrir la puerta. Mientras teclea el código aparto la vista.

Una vez dentro me sitúo frente a la pantalla principal y le pido a María que teclee la clave de acceso. Cuando se acerca el olor de su perfume impregna mis sentidos completamente.

- Ya está – sonríe satisfecha. Ciertamente es muy guapa. Tiene que traer de cabeza a la gente de la oficina. A ellos porque no la podrán tener, a ellas, por celos. Ahora entiendo la repulsión de Amanda.

- Gracias - Le devuelvo la sonrisa.

Conecto mi portátil a uno de los puertos libres y espero a que se complete la conexión. Para no estar en silencio, le voy describiendo todos los paso.

- Bien, y ahora chequeo todas las puertas abiertas.

- ¿Puertas?

- Sí, todos los accesos abiertos al exterior. – Mientras le comento esto me doy cuenta de que otra vez hay accesos no permitidos en el sistema.

- Entiendo.

- Que extraño.

- ¿Qué ocurre? – me pregunta, aunque sin tono de curiosidad en sus palabras.

- Alguien ha entrado al sistema desde fuera. El nivel de protección es alto. O quien haya sido es muy bueno, o alguien se está encargando de abrirle paso desde dentro.

- ¿Eso se puede hacer?

- Sí, si se tienen los debidos permisos para hacerlo. Creo que voy a rastrear los permisos de todos los terminales conectados al servidor y comprobar quién está habilitado para tener ese tipo de acceso.

- Parece un trabajo de detectives – otra vez esa sonrisa.

- Sí, bueno, más bien de agentes. Voy a introducir agentes en el sistema para que analicen los movimientos en el servidor y avisen si hay algo sospechoso. – Intento no usar palabras muy técnicas, no quiero parecer un pedante.

- ¿Y quedaría todo almacenado para revisarlo después? – Ahora sí hay curiosidad.

- Todo no, sólo las que usen palabras o códigos específicos. Por ejemplo, ahora voy a cargar un sistema de registro basado en la búsqueda de comandos especiales para la apertura de puertas traseras sin permiso del administrador.

- Eso suena bien, ¿y cómo funciona?

- Bueno… – esa pregunta me coge de sorpresa. – Cada vez que hay movimiento de información en el servidor, los agentes revisan el contenido y lo deja pasar o no. En este caso, le digo que los dejen pasar, pero que tomen nota, así puedo rastrear la información más tarde.

- Vaya.

- Sí. Creo que con todo esto he terminado – digo mientras me levanto y comienzo a cerrar mi sistema y recoger todo.

Me pone nervioso pensar que me observa estando de espaldas a ella, pero al girarme compruebo que está obnubilada mirando el panel de almacenamiento. Descubre que la estoy mirando y sonríe como una niña que sabe que la han pillado haciendo algo malo.

- ¿Intrigada? – le devuelvo una sonrisa condescendiente. – Se trata del panel de almacenamiento, ahí se encuentran todos los discos duros del sistema. Es ahí donde está la información de la empresa a la que normalmente tenéis acceso.

- ¿Toda? – Me sonríe.

- Sí. Desde aquí se puede controlar, ver, editar, copiar todos los datos del sistema, por eso tiene tanta seguridad esta habitación – le digo mientras apunto con la barbilla a las dos cámaras de seguridad que apuntan hacia nosotros. – Hasta esa información también se guarda aquí, y en un sistema externo por seguridad.

Me lanza una mirada de comprensión y con la mano me da paso hacia la salida de la habitación.

Me acompaña hasta el recibidor, y al despedirnos con otro suave apretón de manos, le doy las gracias por su ayuda y cooperación.

- Hasta luego Amanda – le digo a la recepcionista que me devuelve el saludo con una inclinación de cabeza mientras habla con alguien por teléfono.

***

Bueno, por fin un fin de semana que me quedo en casa. El resto de la semana me la he pasado convenciéndome a mí mismo que mi relación con Laura es puramente de amistad, pero seguro que cuando regrese a Tortuosa lo veré de otro modo. Ya veremos. No ha habido ataques al servidor de la asesoría, el resto de trabajos han ido como la seda y nadie me ha escrito extraños correos enigmáticos. A lo mejor es una broma, o a lo mejor no, pero he llegado intacto al final de la semana y no pienso moverme en lo que queda de mi sillón. Hoy le toca el turno a la lectura. Disfruto de una tarde apacible con Benoîte Groult y su Amante del Mar. Creo que es la tercera vez que me lo leo, me hace desconectar de todo y es de los pocos libros que me permito recomendar.

Me sobresalta el teléfono.

- ¿Dígame? – Contesto, no reconozco el número.

- ¿Oscar?

- ¿Laura? – Sin esperar respuesta continúo. – Hola como te va eso…

- Oscar, necesito tu ayuda urgentemente, creo que me he metido en un lío.

- ¿Qué ha pasado?

- Estoy en comisaría.

- ¿Qué ha pasado Laura?

- Creo que me están siguiendo y hay alguien en mi casa. Cuando fui a entrar escuché ruidos y salí corriendo.

- ¿Qué te ha dicho la policía? – Me estaba empezando a poner muy nervioso.

- Que serán ladrones.

- Laura, ¿tienes donde quedarte esta noche? Ponte en contacto con Alejandro, no le comentes todo, ya me entiendes. Voy a intentar ponerme en contacto con él. ¡Pero llámale ya! – Mis últimas palabras fueron más una orden que un consejo.

- Vale Oscar… y gracias.

- Por lo que más quieras Laura, ten cuidado.

- Te… - sus palabras quedaron en el aire. – Gracias – y de ahí al silencio.

No me lo podía creer. Demasiado tranquilo para ser cierto. Cojo el teléfono y llamo a Alejandro. Comunica, espero que sea Laura. Me lo confirma con una llamada.

- Oscar, Laura estará bien, no te preocupes tanto. ¿O es que hay algo más que quieras decirme?

- Por favor Alejandro, ahora no. Sólo ten cuidado.

- ¿En qué andáis metidos los dos?

- Alejandro, te prometo que si no haces más preguntas, en cuanto sepa algo seré yo el primero en contártelo, pero ahora no.

- ¿Tiene que ver con tu problema de hace unas semanas?

- Ojalá lo supiera. Dile a Laura que baje a Tortuosa lo antes posible. Y ya sabes que estás invitado tú también. – no era cierto, pero se lo tenía que agradecer de alguna manera. – Por cierto, ¿sabes algo de tu hermana?

- Que va. La niña no da señales de vida, y aún no está en el margen de tiempo en el que tenga que preocuparme.

- Eso espero. Y gracias Alejandro por ocuparte de Laura.

- Tranquilo, estará en buenas manos – joder, esas eran las únicas palabras que no quería oír de mi amigo.

- Gracias.

Se me fastidió el descanso. Ahora sí que no puedo centrarme, miro el libro que reposa con un marcador de hojas sobre la mesa del salón. Me levanto.

- ¡Mierda! – le grito a las paredes que me rodean.

Espero que no tenga nada que ver con mis problemas, como haya involucrado a Laura en algún problema no me lo perdonaré nunca. Me tumbo en el sofá y pongo la televisión. Las noticias locales marcadas por el incendio de la central eléctrica. Creo que soy de los pocos que se ha librado del apagón. Mierda, no me interesa. Pongo otro canal, y otro. Y otro. Nada. No puedo dejar de pensar en todo esto.

Reposo esperando la llegada del sueño que no llega, sólo espero que mañana sea otro día.

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