lunes, 6 de abril de 2009

Semana 2, Viento

lunes, 6 de abril de 2009
Manolito.

- Te tengo dicho que no se puede empujar a los compañeros y menos cuando están bajando las escaleras del centro- le dijo indignada la profesora de matemáticas a Manolito.

- ¡¡Señorita!!...¡pero si no he sido yo, ha sido viento! Jo...- le repetía continuamente Manolito a la profesora de Matemáticas, que ya estaba sacando un papel y un bolígrafo para ponerle un parte e informar a Aurora, la jefa de estudios. Manolito ya conocía bien el camino que le llevaba al despacho de Aurora y ya sabía lo que le esperaba. Bronca de la jefa de estudios, bronca de su madre al llegar a su casa, bronca del marido de su madre y bronca de su padre cuando se enterara.

- ¡¡Manolito!!- exclamó la profesora -no me vengas con el rollo de acusar a tus compañeros. Yo he visto como empujabas a Luis y a Marta, así que no empieces otra vez con esas- dijo, dando por terminada la conversación.

Manolito era un compañero de clase que me odiaba hasta la muerte. Nunca supe exactamente qué era lo que llevaba a manolito a tener esa rivalidad conmigo. Tenía una cicatriz en el brazo que enseñaba a todos por ahí y contaba no sé qué historia de una caída con la bicicleta en la cuesta camino del mercado de Tortuosa, que era la mayor pendiente de todo el pueblo. Era mi mayor enemigo dentro del colegio. Tal vez María, esa chica tan guapa y simpática de la clase de al lado, era la causa de nuestro mutuo odio. Pero ahora no es momento de contaros nada sobre ella. Lo dejaremos para más adelante. Lo que había pasado realmente era que yo siempre me las ingeniaba para hacer pringar a Manolito con todas las gamberradas que pasaban por mi mente. No es por nada, pero yo era mucho más listo que Manolito, que siempre se metía en líos, muchas veces por mi culpa. Yo fui el que provocó que Manolito empujara a los demás en la escalera. Tan sólo hacía falta un poco de experiencia y práctica en el arte del dominó y, ya se sabe, si empujas una ficha en el momento justo, caerán todas.

No me gustaba que nadie se metiera conmigo y menos aún por causa de mi nombre. No sé que tenía de malo. A mí me gustaba como sonaba... ¡¡¡¡VIENTO!!!!... además, yo lo veía como parte de un recuerdo de mis padres. Me ponía triste que alguien lo utilizara para insultarme, me acordaba de ellos y de que ya no estaban aquí. Manolito sabía que eso me hacía daño y se pasaba la mayor parte del recreo haciéndome la vida imposible. No me quedaba entonces más remedio que contraatacar y pensar formas de devolverle la moneda. A veces pensaba que me lo tomaba demasiado en serio y que era demasiado vengativo. Pero lo cierto era que no podía evitarlo y que las cosas no iban a cambiar hasta que Manolito empezara a comportarse como un niño de doce años y no de seis. Además de esto, no me gustaba como Manolito miraba a María. -¿Por qué se había tenido que fijar en ella? ¿No había más niñas en el colegio o qué? ¿Lo hacía porque era mi peor enemigo?- me preguntaba continuamente y a veces no sabía cómo actuar. Cuando estaba delante de María me ponía un poco nervioso, no sé muy bien porqué, y era aún peor cuando Manolito estaba también presente.

En definitiva, Manolito iba camino del despacho de Aurora y seguro que le caía un buen castigo. Yo, mientras tanto paseaba tranquilamente por el pasillo del colegio en dirección a la clase de Lengua, con Don Julio. Don Julio era muy exigente con nosotros y si veía que no trabajábamos se ponía hecho una furia. Menos mal que hoy llevaba hechos los deberes, parecía que la suerte estaba de mi parte.

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