lunes, 6 de abril de 2009

Semana 0, Noah

lunes, 6 de abril de 2009
Noah Salvatierra siempre lo tuvo todo. Todo menos suerte. Su padre era un terrateniente mexicano y su madre una visionaria empresaria estadounidense, por lo que tuvo una crianza fácil gracias al dinero del primero y la nacionalidad de la segunda. Estudió en los mejores colegios de San Francisco donde demostró tener talento para las ciencias y estuvo allí para ver explotar su verdadera pasión, la informática.

Pese a su talento y sus facilidades fracasó en todo lo que se propuso. Nunca obtuvo nada más allá de sus títulos académicos. Cada empresa que creó, quebró. Cada relación que empezó, terminó. Cada riesgo que tomó, le pasó factura. Y así fue como terminó en la cárcel.

Allí dentro tuvo tiempo para pensar e identificar a su enemigo. La variable. Repasó cada negocio legal e ilegal que había emprendido y pudo ver con claridad que, según su plan, no había opción al fracaso, pero que en cada uno de ellos había aparecido una variable que había dado al traste con todo. Se prometió a sí mismo tener en cuenta todas las variables en cuanto saliera de la cárcel. Y así lo hizo. Y volvió a la cárcel.

Su segunda estancia fue mayor. Ya era un criminal, un ladrón, y uno torpe, al parecer. La variable había vuelto a acabar con sus sueños. Pero no se dio por vencido. Siguió aprendiendo informática. Dio la bienvenida a Internet y se convirtió en un gran programador. Delante de un ordenador era fácil ver todas las variables.

Siguió programando para otros, ya que su intento de establecerse por su cuenta había fracasado de nuevo, lo que le hacía infeliz. Lo había podido tener todo, pero la maldita variable… Volvió a intentar quebrantar la ley una vez más y de nuevo hubiera fracasado de no ser por un adolescente llamado Isaac.

Aquél crío español formaba parte de la banda que había utilizado para llevar a cabo su plan, un silencioso robo en las oficinas de una importante constructora. De haber sabido de la presencia de un niño hubiera cambiado de banda, o de país, y sin embargo había resultado ser la solución a todos sus problemas. La noche del robo salió mal. Lo que iba a ser un plan maestro acabó con seis muertos y un chaval en un reformatorio. Y una gran suma de dinero perdida en una explosión.
Dos años más tarde Isaac salió del reformatorio y fue tomado como pupilo por Noah, en agradecimiento por no inculparle… y por haber rescatado el dinero.

Después de aquello Noah no volvió a fracasar en nada en que participara su pupilo. Isaac era su amuleto, su defensa contra la variable, su chico afortunado. Tardó demasiado en darse cuenta de que no era cuestión de suerte. Isaac sí veía las variables y las evitaba. Cada negocio, cada plan, siempre era retocado por su pupilo hasta hacerlo suyo, hasta hacerlo triunfar. Isaac siempre encontraba el camino. Y le envidiaba eso.

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